La muralla y sus puertas, de haberse conservado, conformarían actualmente uno de los principales conjuntos patrimoniales de ciudad, por su valor histórico, arquitectónico y artístico.
Sevilla podría seguir siendo una de las mayores ciudades amuralladas del mundo, de no haber sido derribada casi por completo en el siglo XIX.

Con una superficie de 300 hectáreas, estuvo protegida por más de 7 kilómetros de muralla y flanqueada por hasta 166 torres.
A las quince puertas había que añadir puertas internas como la puerta del León del Alcázar y postigos como el Arco de la Plata o de la Victoria, junto a la torre de Abdelaziz, que se han conservado y han llegado hasta nuestros días. Entre todos sobrepasarían la veintena aunque la mayoría ya forman parte de la Sevilla desaparecida, o mejor dicho destruida.


En la actualidad se conservan la Puerta de la Macarena, actualmente Arco de la Virgen Macarena, la Puerta de Córdoba, integrada en la Iglesia de San Hermenegildo y el Postigo del Aceite, arco del postigo, que se encuentra junto a las Reales Atarazanas.


