Las playas de Maria Trifulca, porque realmente eran dos, una a cada lado del río, estaban situadas en la zona conocida como la Punta del Verde, bajo el famoso Puente del Centenario.

Eran playas ribereñas con una zona de arena que facilitaba el acceso al agua. Los bañistas llegaban desde Heliópolis, en un ambiente familiar, mientras que en la otra orilla, donde estaba el Cortijo del Batán, tenían lugar encuentros «amorosos» de todo tipo.
Las playas, de unos doscientos metros, y conectadas por barqueros o a nado, funcionaron desde finales de los años veinte congregando allí a multitud de sevillanos, sobre todo niños, que como travesura acudían a escondidas de sus familias.

Antes de bañarse en la playa de María Trifulca, los niños aprendían a nadar en las aguas menos peligrosas y más cercanas al río. Las más frecuentadas eran Chapina o la Barqueta, a las que se accedía saltando el muro de la calle Torneo.
Con unas orillas boscosas de eucaliptos, la arena, el frescor del agua y las ventas o tascas, donde se vendían comidas y bebidas, lo convertían en un lugar idílico en el que combatir los calurosos veranos sevillanos, en una época donde las playas eran un privilegio de ciudades costeras con las que no existían cómodas conexiones.

En cuanto a su nombre, al parecer se debe a una mujer de cierta edad, llamada María, muy dada a las broncas, de ahí lo de «Trifulca». La doña llegó a regentar una venta en la zona que alcanzó tal popularidad que dió nombre a la misma.
La playa tuvo su propia catástrofe el 23 de julio de 1941 cuando hizo explosión uno de los polvorines que la Unidad militar de Artillería tenía en el Cortijo del Batán. La onda expansiva fue de tal gravedad que dejó diversas víctimas y cuantiosos daños materiales.
La mala reputación y la cantidad de víctimas por ahogamiento, especialmente niños, que se producía cada fin de semana propiciaron que la zona se inhabilitara definitivamente en los años sesenta, quedando Sevilla sin su más famosa y socorrida playa.
