El primer registro del que se tiene constancia fue el 6 de enero de 1505 cuando, según las crónicas, la nieve cuajó hasta los veinte centímetros de espesor.

Aunque el 10 de enero de enero de 2010 cayeron algunos copos sobre la ciudad, la última gran nevada tuvo lugar el 2 de febrero de 1954 cuando un blanco manto de nieve cubrió gran parte de la capital.

El Pabellón de la Casa Real de la Exposición Iberoamericana cubierto de nieve
La Plaza de España totalmente blanca

La razón por la que la nieve es tan inusual en Sevilla está en varios elementos, principalmente la latitud y la altitud. Sevilla se encuentra a solo once metros sobre el nivel del mar, por ello es más probable que nieve en zonas como el Aljarafe, con municipios a ciento cincuenta metros sobre el nivel del mar, o en las sierras norte y sur, a unos mil metros.

Además, por su situación geográfica, suele hacer frío cuando hay un anticiclón y eso supone que no hay precipitaciones, que son imprescindibles para que nieve.

También hay que tener en cuenta que la concentración de edificios provoca que haya más calor en la ciudad que donde hay grandes áreas libres de edificaciones. Aunque se dieran precipitaciones, para que la nieve cuaje, el suelo no puede estar húmedo y las temperaturas deben mantenerse frías. Quizás demasiados factores para que pueda ocurrir, pero como se aprecia en las fotos no es imposible.

Plaza de la Encarnación nevada
El Costurero de la reina rodeado de un manto blanco

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